Rosa-Cruz y Masonería (1)
Para un no iniciado, los Rosacruces y los Masones tienen en común que pertenecen a una escuela de pensamiento, a una sociedad secreta o una organización esotérica con la misma clase de inquietudes.
Es un hecho que estas dos organizaciones tienen vínculos tradicionales e históricos, hasta el punto que algunas obediencias masónicas de tipo espiritualista integran siempre el grado de “Caballero Rosa-Cruz”en sus ritos.
En 1824, Thomas de Quincey publica en la “London Magazine” un artículo titulado “Historico-Critical Inquiry into the origins of the Rosicrucians and the Freemasons”, dónde indica que la Masonería no es ni más ni menos que el Rosacrucismo modificado por aquellos que lo introdujeron en Inglaterra. Pero, ¿qué hay de cierto en esto?
1. Un esoterismo común
Desde el punto de vista histórico, la Masonería nació en Inglaterra en el siglo XVIII. Sin proceder directamente de la Rosa-Cruz que florece en el siglo anterior, se desarrolla no obstante en un sustrato abonado por el Rosacrucismo. Unos años después de su nacimiento, la Francmasonería integra además un grado denominado “Caballero Rosa-Cruz”, el cual llega incluso a generar varios movimientos rosacruces en la época. Sin adentrarnos en un análisis exhaustivo del conjunto de estos movimientos y sus doctrinas, es interesante mencionar algunos grupos en los que las dos Órdenes se encontraron durante los siglos pasados.
Durante el Renacimiento, Europa recoge toda la herencia esotérica que viene de la Antigüedad. La alquimia, la cábala, la astrología y la magia conocen un gran desarrollo, cuya culminación está marcada por el Rosacrucismo del siglo XVII. Este siglo es también presa de una verdadera crisis moral. En efecto, el progreso de la ciencia sacude los fundamentos del Occidente cristiano y la religión pierde parte de su autoridad. Algunos se complacen entonces en soñar con una Gran Reforma que combine esoterismo, religión y ciencia, para llevar a la humanidad hacia una era de felicidad, fraternidad y paz. Estas ideas cristalizan en torno al movimiento rosacruz, cuyos Manifiestos son leídos por todos los pensadores de Europa.
En el siglo XVIII, la Masonería recupera en Inglaterra estas ideas de Reforma. Esto explica porqué algunos autores, como J.G. Buhle en 1804 o Thomas de Quincey en 1824, ven en ella una emanación de la Rosa-Cruz. Aunque esta teoría no se puede afirmar con rotundidad, hay que reconocer que los fundadores de la Francmasonería están presentes en el movimiento rosacruz inglés del siglo XVIII. Dicho esto, ya desde 1638 se encuentra una referencia a las relaciones entre los Rosacruces y los Masones en The Muses, un poema de Adamson publicado en Edimburgo. Este texto indica: “Ya que somos Hermanos de la Rosa-Cruz; poseemos la palabra de Masón y la doble vista”. Algunos años más tarde, el 10 de octubre de 1676, el Poor Robin’ s Intelligence publica una noticia indicando que “la Antigua Fraternidad de la Rosa-Cruz, los Adeptos del Hermetismo y la Compañía de los Masones Aceptados, han decidido cenar juntos”. Esta relación será destacada incluso en un artículo del Daily Journal del 5 de septiembre de 1730 que decía: “Existe una Sociedad en el extranjero, de la cual los Francmasones ingleses […] han copiado algunas ceremonias, y se esfuerzan en convencer al mundo que les llaman Rosacruces”. Sin ser herederas la una de la otra, se puede pues constatar que la Rosa-Cruz y la Masonería se relacionan de una forma curiosa y constante.
Es necesario observar también que las dos referencias más antiguas que relatan iniciaciones masónicas, se refieren a hombres que están en relación directa o indirecta con la Rosa-Cruz. La primera se refiere a Sir Robert Moray. Relata que el 20 de mayo de 1641, fue iniciado a la Masonería en la Logia “Mary’s Chapel” de Edimburgo. Es interesante señalar que Robert Moray, uno de los miembros fundadores de la Royal Society, apasionado por la alquimia, es el protector de Thomas Vaughan (1622-1666). Este último, bajo el seudónimo de Eugenius Philalethe, es el autor de “The Fame and Confessio” (1652), traducción inglesa de la Fama Fraternitatis y la Confessio Fraternitatis, los dos primeros Manifiestos Rosacruces del siglo XVII.
La segunda referencia se relaciona con Elias Ashmole (1617-1692). En una nota, informa que fue admitido en una Logia masónica de Warrington, el 16 de octubre de 1646. Seis años más tarde, publica el “Theatrum Chemicum Britannicum” (1652), un volumen que agrupa una importante colección de tratados alquímicos. Desde las primeras líneas de su libro, Elias Ashmole se refiere a la “Fama Fraternitatis” para poner de relieve la importancia de la alquimia en Inglaterra. Recuerda también que el primer Manifiesto rosacruz indica que uno de los cuatro primeros compañeros de Christian Rosenkreutz, el “Hermano I.O.”, había venido a Inglaterra. Además de sus numerosas referencias a Michael Maïer, célebre defensor de la Orden Rosacruz, es necesario saber que se encontró entre los papeles de Ashmole una copia escrita a mano de la “Fama Fraternitatis” y de la “Confessio Fraternitatis”, así como el texto de una carta en la cual pedía su admisión en la Orden Rosacruz.
2. El Maestro Hiram y Christian Rosenkreutz
Si bien las actividades de la Masonería comienzan en el siglo XVII, generalmente se admite que el acta de fundación de esta Sociedad data del 24 de junio de 1717. En ese momento se fundaron las Grandes Logias de Londres y Westminster. Pero la
fecha que mejor señala la fundación de la Masonería es la que se refiere a la publicación de las Constituciones de Anderson (1727) por el duque de Wharton, su Gran Maestro en aquella época. Este texto, presentado como una reimpresión y una corrección de viejos archivos masónicos, fue redactado por James Anderson, Jean-Théophile Désaguliers y Georges Payne. Pero más que descender directamente de los antiguos gremios de Albañiles operativos (los constructores), la Francmasonería es una Sociedad de pensadores – se habla de Masonería especulativa – que tomó prestado parte de su simbolismo de los Constructores.
En el siglo XVIII, la Masonería no tiene la organización que conocemos hoy en día. No establece su estructura básica, compuesta de tres grados, Aprendiz, Compañero y Maestro (Masonería azul) hasta después de algunos años. Inicialmente solo incluía dos grados, los de Aprendiz aceptado y Compañero. Un tercero, llamado grado de Maestro, aparece hacia 1730. Es necesario esperar a la segunda edición de las Constituciones de Anderson, la de 1738, para encontrar una referencia oficial a este grado, y esperar hasta 1760 para que el simbolismo que le está asociado, el del mito bíblico de Hiram, sea verdaderamente admitido en Inglaterra (1). En Francia, el grado de Maestro sólo aparece a partir de 1744. Bajo ciertos aspectos (como el del simbolismo ligado al descubrimiento de la tumba del Maestro), Hiram recupera ciertas características de Christian Rosenkreutz. ¿Es posible ver en Hiram, como indica Antoine Faivre, a un hijo de Christian Rosenkreutz? “Fundador mítico también él, el primero sería entonces un Christian Rosenkreutz reducido a la relativa abstracción en la galería de las grandes figuras hieráticas de la Tradición” (2).
En sus comienzos, la Masonería no se presenta verdaderamente como una Sociedad Iniciática. Además sus ceremonias son calificadas como “ritos de recepción”. El término “iniciación” sólo aparece en sus textos hacia 1728-1730, y no será oficial en Francia hasta 1826 (3). Aunque el ritual propio de la Masonería confiere un aspecto misterioso a sus reuniones, las Logias son lugares donde esencialmente se practica la filantropía y donde se cultivan las bellas artes. Sólo de forma progresiva irá desarrollando un aspecto iniciático y esotérico (4). Algunos años más tarde, la estructura jerárquica de los grados masónicos se enriquece. El 26 de diciembre de 1736, el caballero André-Michel Ramsay (1686-1747), discípulo de Fénelon y de la Sra. Guyon, pronuncia en la Logia parisina de Louis d’Argent, un discurso que va a implicar la aparición de lo que se llaman los altos grados o escocismo, es decir, los grados superiores al de Maestro (5). En su discurso, Ramsay presenta la Masonería como la resurrección de la “religión noaquita”, una religión primordial, universal y sin dogmas.
Pronto, los símbolos y los temas tomados prestados del Antiguo Testamento, de la Caballería, de los Templarios, así como de las ciencias ocultas como la alquimia, la astrología, la cábala y la magia, estimulan la imaginación de Masones deseosos de crear los altos grados (6). Hacia 1740, estos grados van a proliferar con una anarquía que finalizará en diciembre de 1773. Entre estos altos grados reaparece de nuevo la Rosa-Cruz, tomando a veces la imagen de “grado terminal”, o incluso de “nec plus ultra” de la Francmasonería (7). Sin embargo, algunos Masones intentan también separar el movimiento Rosacruz de la Masonería para formar Órdenes autónomas e independientes.
3. La Orden de la Rosa-Cruz de Oro y de la Rosa Roja
En 1710, o sea, siete años antes de la publicación de las Constituciones de Anderson, Sincerus Renatus (Samuel Richter), pastor luterano que pretendía ser discípulo de Paracelso y Boehme, publica “La verdadera y perfecta preparación de la Piedra Filosofal por la Fraternidad de la Orden Rosacruz de Oro y de la Rosa Roja” (Breslau, 1710). Se trata de un tratado de alquimia que describe en su apéndice cincuenta y dos reglas de la Orden Rosacruz de Oro y de la Rosa Roja. Este libro se inspira en “Ecos de la Fraternidad, por Dios altamente iluminada, de la ilustre Orden R.C.” (1615) de Julius Sperber, así como en “Themis Aurea”, o “Las leyes y ordenanzas de la ilustre fraternidad R.C.” (1618) de Michael Maier. En realidad, la Orden descrita por Sincerus Renatus no parece haber existido. Sin embargo, el término “Rosa-Cruz de Oro” conocerá cierta fama y algunas reglas presentadas en su libro se encontrarán más tarde en las instrucciones del grado masónico-rosacruz de los Príncipes Caballeros de la Rosa-Cruz.
Hacia 1757, Hermann Fictuld crea un rito masónico con tendencias alquímicas y pietistas, compuesto de un conjunto de grados rosacruces: la Societas Roseae et Aureae Crucis o Fraternidad de la Rosa-Cruz de Oro.
Esta Sociedad se dispersa por varias ciudades como Francfurt-sur-Mein, Marburg, Kassel, Viena y Praga. Parece apagarse hacia 1764. En realidad, se reforma gracias a Schleiss von Löwenfeld, Joseph Wilhelm Schröder, Christian Knorr von Rosenroth, Friedrich Christoph Oetinger y François Van Helmont. Finalmente, da nacimiento a otro rito masónico-rosacruz que aparece entre 1770 y 1777 en Baviera, Austria, Bohemia y Hungría. Primero fue adoptado por una Logia masónica de Ratisbona, la “Croissante aux Trois Clefs”. En 1771, es adoptado también por una Logia de Viena, la Esperanza, que da origen a una nueva Logia: las Tres Espadas. Esta última se convierte en el vivero de este rito masónico-rosacruz. En ella se cultivan la alquimia y la teúrgia.
CRistian Morales
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