El sentir de un masón de provincia: Este escrito lleva el afán de compartir esa hermosa vivencia que nos hace sentirnos cercanos en cualquier lugar del orbe, la consciencia de sabernos iguales unos a otros, aún así estemos en los más ostentosos templos, esos que se distinguen por estar en las grandes urbes; o estemos incluso rodeados de unas cuantas sillas, una modesta mesita y unas cuantas velas.
Fuera de toda posesión material, he aprendido de la gente que ha ido y venido por nuestros modestos templos que, lo que no puede faltar es un fuerte sentimiento de fraternidad, un sentimiento de conocernos de años, aunque nos hayamos topado apenas a la puerta del punto geométrico.
Soy de un pequeño estado costero de la República Mexicana, un estado donde la gente aún se saluda en la calle, digamos de provincia, más que por la cortesía de sólo hacerlo, porque vivimos en un lugar pequeño y medio mundo se conoce. Es un lugar caluroso y húmedo, donde la mayoría de las veces las tenidas se efectúan sin un elegante traje, con la excepción de que el clima lo permita.
He aprendido mucho desde mi contacto con la orden, he aprendido mucho de hombres sabios, personas que me han permitido conocer el valor de una verdadera hermandad, del placer de servir a los demás y de hacer el bien; sentimiento que sé que todo masón ha tenido en su vida, todo desde una provincia.
Tal vez peque de inocente, pero no es esa inocencia ingenua con la que se crece los primeros años de la vida, sino una inocencia adquirida por la confianza de saberme entre buenas personas, entre una familia.
Con toda seguridad del mundo puedo afirmar que aún existen buenas personas entre la humanidad, que aún habiendo sufrido por la astucia de otros hombres, se levantan con la frente en alto, dispuestos a dar todo y empezar de cero. Esto no lo hago con el afán de presumir, ya que sé que quien lea esto lo hará por voluntad propia y, siendo optimista, que si pasa por un momento difícil le pueda dar la luz suficiente para seguir luchando y apoyarse de sus hermanos.
He visitado grandes templos, en esas grandes ciudades de las que hablaba al principio, y me he quedado maravillado, pensando; Yo quiero esto para mis hermanos; y sé que les he hablado de que lo material no es lo más importante, pero ¿qué más quiere uno que el bienestar de los suyos?, y espero esto no se tome personal, que yo se que todos somos hermanos y a quien lea esto también le extiendo mi aprecio; pero uno al llevar cierto tiempo conociendo la orden, ya no digo desde iniciado, se da cuenta de que la felicidad de todos es la felicidad de uno, de que se ha desarrollado un aprecio enorme y un verdadero cariño por todos y cada uno de los que le acompañan en éste maravilloso viaje.
En lo personal, mi piedra bruta está llena de sentimentalismos, pero ha de ser que de ese tipo de cantera es.
Digo esto porque muchas veces no concibo en mi mente esa encarnecida lucha entre hermanos, esas inquisitoriales acusaciones que tanto se ven en sitios de prensa masónica en las que hay encabezados del tipo “Los maestros no llevan trabajos”, tildarse de “lobos” entre hermanos, etc. , aún así se respetan esas opiniones, ¿Quién soy yo para juzgar lo injuzgable?, si no he vivido lo que todos aún siendo de provincia.
Puede ser que yo viva en una realidad muy utópica, o que le dé mucho valor al título de “Hermano”, pero no es algo que me haga sufrir, simplemente que no lo entiendo. Vaya siendo que ese fue el motivo de escribir esto.
Tengo una recomendación para mis hermanos aprendices, esos que apenas van a emprender el camino en busca de la verdad, y no por ello son menos ni más que nadie: Seguid con un entusiasmo bien orientado, que no decaiga el ánimo al vernos a los demás fallar, que nunca se piense “Es que en un momento, en esta sociedad, uno se termina corrompiendo”; que jamás se pierda la certeza de que el ser humano es bueno por naturaleza, que nunca se pierda de vista ese objetivo de alcanzar la verdad, y no por el hecho de ganar grados porque sí; sino por el gusto de avanzar los peldaños para ayudar a los que, como nosotros, por algún lado tuvieron que empezar.
Hermano aprendiz, aventúrate a amar la masonería, a leer, sigue las recomendaciones de tus hermanos, de los compañeros, de los maestros, pero jamás escribas tus trabajos para darle gusto a nadie, sino por autoconstruirte…
Claro, ¡Hazlos con cariño para los que te rodean! pero sólo tú eres dueño de tus palabras.
También recuerda que la lengua hiere más que la espada, y compréndenos a los que tratamos de guiarte, aunque únicamente tuya sea la responsabilidad de vivir. Te digo que seas masón, que sigas tu código moral a pesar de las burlas de los que, a veces, no comprendemos aún del todo, pero nos esforzamos.
¡Hermano compañero! no me olvido de ti, tú que andas hurgando las ciencias, te pido no te olvides de tus hermanos aprendices, y les des recomendaciones, así como alguna vez te las dieron a ti, y si no lo hicieron, pues sé ejemplo. Aprovecha tu columna, para ver a los ojos a los de enfrente y alentarlos a seguir.
Y por último, maestro, tu responsabilidad es grande, es poner el ejemplo y guiar esas mentes ávidas de luz, encender esas lámparas y defender a quien no pueda hacerlo por sí mismo; librar al mundo del engaño de aquellos que se aprovechan de la necesidad. Pero… ¿yo qué sé?, eso ya te tocará a ti, porque por algo has alcanzado el magisterio, la mayor responsabilidad y honor.
Espero que éstas palabras sirvan de algo, y no haberles hecho pesada su lectura; hago esto bajo un seudónimo, porque no busco ni buscaré reconocimiento, no quiero que nadie tenga ideas preconcebidas al leerlo… y además porque me parece sumamente divertido.
Reciban un fraternal abrazo.
El sentir de un masón de provincia
Caronte
QH… Gracias hoy me recordaste por que soy Mason y espero algun dia cuando me presente a ocupar mi columna en el eterno Oriente, poder decirle al GADU… aqui esta mi piedra… vuestras ordenes han sido cumplidas.
Percival
Q.·.H.·.
Me alegra que os haya servido de algo. Es un honor para mi el saber que éste sentimiento nos llena y nos impulsa a todos por mejorar y por compartir ese viaje con otros.
Recibe un T.·.A.·.F.·. allá en vuestro oriente.