Solsticios y Equinoccios (III)
Para la Masonería, que transporta el fenómeno astronómico y el Mito Cosmogónico a la Realidad Espiritual del Hombre, los Solsticios y Equinoccios constituyen cuatro estadios importantes en el Movimiento y Transcurso de la Realidad.
De todas las Realidades que en verdad no son sino Capítulos de la Realidad Unica. Como dijera Heráclito, todo es Devenir constante; a través de cuatro etapas que él representó con los Cuatro Elementos (Tierra, Aire, Agua y Fuego).
Véase así la correspondencia que después contemplará la Alquimia en cuatro Operaciones fundamentales de la Gran Obra (Arte Real, como le llamamos); Disolución, Coagulación, Putrefacción, Clarificación. Sucesión de operaciones antitéticas que se suceden en la consecución de Quinto Fin que es la Piedra (o mejor dicho, Lápida).
Ya hicimos referencia a las Columnas J.: y B.: como señaladores de los «nec plus ultra» solsticiales. Pero también debemos buscar otra representación; dentro el Verdadero Universo que simboliza la Log.: (existe en sánscrito una palabra parecida a Logia que es «Loka» o Universo, de donde se ha querido ver un origen de la primera). Así tenemos en nuestro Sur un Occidente ariano nebuloso, el Norte canceriano oscuro; el Oriente librano luminoso y el Sur o Meridiano sagitariano resplandeciente. Concordante con los Pasos de la Vida que recordamos en nuestra circunvalación por el Templo; como dijera el H.: Valanzani.
El Solsticio de Invierno representa una etapa de recogimiento; de reflexión dentro de un estado crítico de nuestras fuerzas anímicas en medio del triunfo de las agresiones negativas exteriores. Pero también es una época de Esperanza y de renovación del optimismo; de saber que si bien hemos llegado a lo más profundo de la depresión ahora comienza necesariamente un proceso de reordenamiento y reconversión espiritual al que nos dirigimos sin retorno.
Las Fuerzas de la Noche; representadas en la Mentira, la Ignorancia y la Ambición, parecen tener su máxima potencia y semeja el momento más duro de la Batalla Espiritual, pero será la oportunidad de su inminente y paulatina declinación en el que cederán poco a poco a las Fuerzas de la Iluminación y la Vida, que impulsarán el Triunfo de la Luz que emana de la Ob.:;así como el Solsticio de Invierno marca el comienzo del fin de la mala Estación.
El Solsticio de Invierno recuerda a la Muerte que en su carácter trascendental es un proceso difícil pero es la condición necesaria para que el Inic.: pueda elevarse hacia la Realización. En el Hemisferio Norte se vive la Navidad en un clima de recogimiento pero también de Fe en el Futuro; en la que se renueva los Votos de la Fe y que se traduce en el recordado Nacimiento de Jesús. Es en la oscuridad y la depresión anulatoria del Invierno donde se produce el verdadero Inicio, por eso la Muerte y el Nacimiento no son sino aspectos de un mismo fenómeno, visto desde dos perspectivas diferentes; por lo menos para quienes creemos en el Ciclismo del Devenir.
La Vida nace de la Muerte; en la Muerte toma inicio la verdadera Vida, y este arcaico Misterio, que en realidad es el Norte de la Sabiduría Humana, se representa en las leyendas del Martirio, Muerte y Resurrección de Hiram y en el asesinato del Maest.: Hiram. La Muerte nos trae la Esperanza de la Resurrección porque la primera es el pasaje que asegura y trae de la mano a la segunda.
En el Equinoccio de Primavera el ánimo se encuentra ya fortalecido y enhiesto. El predominio de la Vida es evidente. Espiritualmente reina visiblemente un retorno de la Fe y la alegría, que se advierte en el ánimo nuestro y de los que nos rodean; época para desarrollar los vínculos amorosos. Los espíritus se sienten renovados.
En la Iconografía; la Primavera es representada como una joven hermosa (Símbolo de la fecundidad y de la Matriz o Crisol genitor) vestida con un traje blanco del lado derecho y negro del lado izquierdo (representación del equilibro por la unión de las fuerzas opuestas solsticiales) ciñéndose un cinturón de estrellas (en referencia al Cielo), portando además una corona de flores (símbolo de la Vida que renace) y apoyándose sobre un carnero (por el signo Aires que en el Norte inaugura la Primavera).
Al llegar el Solsticio de Verano se produce la culminación de la Plenitud espiritual; donde la algazara y el optimismo llegan a su máximo. En el Hemisferio Sur se vive por la Navidad un clima de intensa y particular emoción que anima las Fiestas de fin y principio de año donde se propicia el encuentro con amigos y familiares, época apta para repasar y evaluar lo vivido para luego planear y proyectarse aprovechando ese clímax espiritual para enfrentar las incertidumbres que aparejará el año siguiente.
El Nacimiento del Cristo es el Triunfo total del Bien que inaugura una nueva Era.
Las fogatas de San Juan que se hacen en las noches breves solsticiales de Verano en junio para el Norte y en diciembre para el Sur (que todavía vemos en algunos barrios donde se mete en la Hoguera a la representación en muñeco de Judas), no es sino una celebración del Triunfo de la Luz sobre la Noche y el deseo de mantener esa Iluminación perpetuamente porque la Luz permite el fortalecimiento de la Vida, ese deseo de dominar la Realidad venciendo o poniendo a raya a la Noche hermana de la Muerte, resabio de viejas fiestas paganas en cuyo significado hoy cada vez más nos cuesta creer pero que todavía repetimos como recuerdo de una Tradición de nuestros Padres que se remonta a generaciones atrás.
Las Fuerzas declinan al aproximarse el Equinoccio de Otoño; pero todavía conservan su fuerza y frescura. Es una etapa de maduración, recuerdo; de recolección de experiencias pero también de previsión y preparación para las épocas desfavorables que se avecinan. El estado de ánimo debe encontrarse equilibrado para afrontar una época done vemos todo alrededor nuestro claudicar. El Otoño se representa con la figura de un Varón (presencia fecundante pero símbolo de culminación) vestido de igual forma que la mujer primaveral, pero con una canastilla (aludiendo a la maduración de lo originado en la Primavera) en una mano y una balanza en la otra (por la coincidencia en el Norte del Otoño con el paso del Sol en su eclíptica por Libra). Referido a la Mujer simbólica primaveral; el Varón otoñal es su complementario y no su antitético.
Podemos advertir una correlación cíclica y alternada entre cuatro etapas; Inicio o Nacimiento, Crecimiento o Desarrollo, Plenitud o Adultez, Fin o Muerte.
En toda la Naturaleza, en cada cosa, ser, Astro o Universo; en cada Alma o esencia puede advertirse este proceso que alterna entre máximos; períodos estables y mínimos. Recordando el axioma hermético de «como es arriba es abajo» captaremos que no hay nada que escape a esta Alternancia que se transforma y reinicia una u otra vez en forma continua. Este mecanismo se retroalimenta en una cadena cuyos eslabones se encuentran todos unidos; (representado en la Alquimia por el Uroboros, la Serpiente que se muerde la cola); cuya nueva entrada marca el Renacimiento de un nuevo ciclo.
Mañana, Día, Tarde y Noche (cada día repite sintéticamente los fenómenos de los Solsticios y Equinoccios); Nacimiento, Crecimiento, Adultez y Decrepitud; Primavera, Verano, Otoño e Invierno; Ascenso, Afirmación, Plenitud y Caída; Guerra, Holocausto, Armisticio y Paz. Después de cada derrota personal se inicia un proceso de Reafirmación para superar la conflictiva. Tales son las Puertas que marcan cada etapa de un único movimiento que no cesa y no retrocede; que en el nombre Yávico o Tetragrammaton secreto se encuentran representados respectivamente en la primigenia letra «Y» (inicio o Solsticio de Invierno), «H» (desarrollo o Equinoccio de Primavera), «V» (plenitud o Solsticio de Verano) y nuevamente «H» (decadencia o Equinoccio de Otoño).
Apreciemos que las dos «H» marcan los dos puntos de equilibrio equinocciales; siendo «Y» y «V» los extremos solsticiales, porque cierto es que entre los apogeos y crisis tenemos períodos de consolidación y estabilización; pero no son sino hitos de un movimiento tan perpetuo y continuo como el de las Estrellas.
Como dijera Alberto Magno, no se puede ir de una extremidad para otra sin pasar por un medio, y de arriba hacia abajo (Verano a Invierno) o de abajo hacia arriba siempre se atraviesa una etapa intermedia necesaria (otoño y primavera respectivamente).
Para las enseñanzas rosacrucianas; la secuencia entre los Solsticios y su interrelación con los Equinoccios y los fenómenos espirituales y naturales está influido por la intensidad de las fuerzas crísticas que actúan en esos períodos. En el Equinoccio de otoño (Primavera del Sur) comienzan por el Norte a actuar los Rayos vigorizantes del Cristo que actúan sobre cada átomo existente en la Tierra; que llegan al centro del Planeta por el Norte y cuya fuerza todavía no llega al Sur.
En el Solsticio de Invierno (Verano sureño) los Rayos crísticos llegan al Centro de la Tierra y están en su mayor potencia, inaugurando el más grande despertar espiritual en ambos Hemisferios, pero la potencia mayor está en el Norte hasta que un día el Tercer Movimiento de rotación de los polos terrestres le dé al Sur la misma ventaja relativa.
La influencia del Cristo purifica anualmente la Tierra hasta el Equinoccio de Primavera boreal (Otoño meridional), estando todavía activa la Vida en el Otoño sureño por mantenerse con vigor la Fuerza Crística por el retraso relativo de su poder en llegar al Sur, y en esa época egresa de la Tierra por el Sur para purificarse en el Sol de las contaminaciones que adquirió en nuestro Planeta (representado en la Muerte de Jesús para limpiar los pecados del Mundo por la Semana Santa, en la primera Luna llena después de entrado el signo de Aires -21 de marzo- y la subida posterior al Reino del Padre), y luego regresará con el Padre en el Solsticio de Verano norteño y de Inverno sureño, para retornar nuevamente en el Equinoccio de Otoño y ayudar así invisiblemente a la Evolución terrestre.
Entre los extremos de las Fuerzas Blancas y Negras (o Solsticios) se da una Lucha constante y eterna cuyo fin es uno; la Evolución de todo Ser, que se perfecciona después de varios Ciclos o Renacimientos.
Como dijera Lumen; el Ciclo de la Vida sigue el esquema de a Naturaleza, y si el Día y la Noche, el Invierno y el Verano se suceden, ¿por qué no admitir una sucesión de Nacimientos y Muertes en nuestras vidas? En los períodos intermedios: Mañana y Tarde, Primavera y Otoño, Desarrollo y Madurez; la Luz; la Vida y el Ser Humano se perfeccionan y los extremos gozan de su unión y belleza.
Intentando transportar e interpretar el mensaje de Zósimo a nuestro trabajo; en la Separación del Invierno y Verano y en la Unión de la Primavera y Otoño se realiza el paso de los Cuatro Elementos (la Tierra que germina la semilla en Invierno, el Agua que la hace desarrollar y le permite autonomía en la Primavera, el Fuego de los Rayos del Sol estivales que le da su máximo esplendor y el Aire otoñal que le ayuda a madurar), por el cual la Naturaleza se transforma; y así una y otra vez porque la Muerte es en realidad un Transformación como dijera Hermes.
El Invierno es la Antesala de la Primavera. Pero conjunto a este Movimiento Cíclico Cuaternario que nos presenta la Realidad falta definir un Quinto Movimiento, que es el que nos impulsa utilizar este Mecanismo Cuaternario que nos está predeterminado, y este Quinto es el que se denomina como «Epigénesis», que no significa nada más ni nada menos que cambiar nuestra Realidad; propósito del verdadero Iniciado.
Este no es diferente o antagónico al Mecanismo Cuaternario sino que le permite una perspectiva de impulso y cambio que enriquece y redimensiona a este segundo, permitiendo un producto más evolucionado. Por eso el mecanismo evolutivo puede bien esquematizarse como una espiral ascendente y circular que marca los Ciclos de la Naturaleza; dirigiéndose hacia arriba representado a la Superación Evolutiva.
Conocer el Mecanismo Cuaternario es bastante, pero es «A-B-C-» cuando se trata de dominarlo y trascender a él para transformar la propia Realidad. Vivimos en un campo de experiencias cuyas Leyes no podemos cambiar pero sí utilizarlas en nuestro beneficio. Esto es la Epigénesis y el Secreto del Inic.:;que se representa en el triángulo o Estrella Davídica nucleador que abrazan al Tetragrammaton.
QQ.: HH.:: A través de la compensión de los Solsticios y los Equinoccios la Mas.: se ha hecho dueña de un importante Misterio donde se percibe la Coreografía de una Danza Cósmica que domina la existencia de nosotros y de todo lo que nos rodea.
La comprensión de los Solsticios e Inviernos nos hace sentir partícipes de un engranaje natural que poseemos a todos los niveles, y nos invita a integrar nuestro Cuerpo y Espíritu a la Naturaleza; manifestación del Dios Vivo.
Como dijera un Trab.: sobre el Solsticio de Invierno de 1973 de un H.: anónimo; sólo los fuertes son poseedores de este Misterio, y nosotros, pobres cosas pecadoras mortales, debemos su conocimiento a la Mas.:. En los Solsticios tributamos recuerdo y respeto a la Vida (Verano) y a la Muerte (Invierno), y en los Equinoccios conmemoramos el éxito de la Esperanza (Primavera;, disfrutando el producto de nuestras experiencias (Otoño).
Tras todo ello surge la perennidad del Devenir, el Triunfo del Bien y de la Luz, y esto es según Vidal Buyo el Mensaje de San Juan de Escocia.
Nosotros agregamos; es también la Suprema Enseñanza de los casos de Jesús e Hiram. Los Astros eclosionan o se funden en la inmensidad del Espacio o de otros Astros, civilizaciones atraviesan períodos de apogeo y disolución, los problemas de la Vida nos carcomen entre las Alegrías, todo entre etapas de preparación y asimilación intermedios; pero no son sino etapas transitorias dentro de un único proceso de Transformación. La Muerte no es sino un pasaje hacia la Reconversión o Renacimiento, proceso necesario para la Perfección, porque hay que Renacer para mejorar; algo que intuyó Nicodemo cuando interrogó a Jesús (Jn. 3:1-21).
Si se nos permite; en el Invierno está la verdadera Primavera, por ello el Año Iniciático comienza en el Invierno del Norte. Quien tiene vocación por la Luz sabe que la Muerte es el paso irreductible y necesario que debe enfrentarse para Revivir. Pero a contrapelo de todo eso, la Ignorancia; la Mentira y la Ambición infundieron al Hombre miedo a la Muerte y la presentaron como una etapa terminal.
Como señalara Max Heindel; estamos sobrecargados de filosofías para sobrellevar la Vida pero no hay una Enseñanza que nos ayude a comprender la Muerte; y cuando dijo esto no hacía alusión a cómo poder prepararnos para lo peor sino para que en la comprensión de la Muerte entendiéramos la verdadera riqueza de la Existencia.
Y así entre la Desesperación, el Consumismo, la Lucha por el Bienestar material en el desperdicio inútil de nuestras fuerzas y de nuestro Planeta, el Hombre trata de olvidar lo que cree su inexorable Fin, o lo que es peor, como denunciaría Juan Matus; nos creemos inmortales sin saber la vanidad de ese sentimiento y la Necesidad de la Muerte.
Pero sin avisar llegará la Hora de atravesar el Umbral del O.: E.: sin oportunidad para llevarse nada o hacer las maletas; y de nosotros no quedará nada. Eso desespera a muchos cuando desconocen que la Muerte es en verdad una ilusión; un proceso de Desprendimiento de lo superfluo para aflojar la Esencia transformada y mejorada. Hoy ya sabemos que un día dentro de 5 mil millones de años, camino a morir, el Sol crecerá en tamaño hasta abarcar y fundir en sí la Tierra; lo que aniquilará todo rastro nuestro mientras el Sol se consuma y convierta en un punto negro y apagado.
No más Filosofía, no más Música, no más Bienes, no más Vida terrestre.
Pero el Universo seguirá intacto y vivo sin casi sentirlo; del mismo modo que puede morir un glóbulo rojo en nuestro cuerpo sin que nos moleste; y aunque parezca el Fin; aun así en el Universo nosotros no desapareceremos sino que permaneceremos en El transformados.
El Mensaje final de los Solsticios es comprender que la Muerte y la Vida son parte de un mismo proceso; y que valorando y rescatando el valor positivo de la Muerte ensalzamos más el sentido de la Vida. El Misterio de los Equinoccios nos enseña que este proceso es gradual y nos prepara para soportar los duros momentos del Nacimiento y de la Muerte.
Nuestra Existencia es una Eclíptica que va desde el Solsticio del (Re)Nacimiento; pasando por los Equinoccios del Desarrollo y de la Madurez hasta el Solsticio de la Muerte; continuando el tránsito hacia el Equinoccio de la Purificación Espiritual hasta una nueva Venida. Porque seguramente volveremos como el Sol lo hace cada mañana o como la Primavera cada año. Sabedores de todo esto nada podemos temer. Después de todo; ¿acaso no somos una Chispa de la misma naturaleza y semejanza al G.: A.: D.: U.:?
Deja una respuesta