¿Cuántas veces es capaz alguien de morir o renacer cada día? ¿Cuántas veces de vendarse los ojos? ¿Cuántas de despojarse de todo ante sus semejantes? Es complicado hacerse preguntas sobre lo obvio, lo cotidiano. Morimos cada noche para resucitar posteriormente. Pero, en honor a esta obviedad, a este milagro diario, se han alzado religiones, mitos como el del ave fénix. La resurrección, el renacimiento, siempre producen en quien la padece, un efecto catártico, un antes y un después. Las cuestiones que nos llevan a implementar semejantes revoluciones internas son, a menudo, detonantes insignificantes. Detalles que en el pasado siquiera le …
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