Un «templo» masónico en el centro de Pontevedra
Por: Javier García Blanco
Al igual que otras muchas ciudades españolas y europeas, Pontevedra experimentó a finales del siglo XIX y principios del XX una verdadera fiebre por cuestiones como la masonería, la teosofía o el espiritismo.
Grupos de toda clase social y condición –aunque con mayor representación entre miembros de la burguesía, círculos intelectuales, políticos y militares– comenzaron a reunirse para compartir impresiones acerca de estas corrientes de pensamiento heterodoxas.
Entre estos grupos que se reunían en la Pontevedra decimonónica, uno de los primeros fue la logia masónica Helénica nº 63, que estuvo en funcionamiento entre los años 1882 y 1890. Uno de sus miembros más notables y activos fue el empresario (industrial de la madera, y propietario de una casa de baños termales, entre otros negocios) Eulogio Fonseca García de Redondo, quien además fue también concejal del ayuntamiento de la localidad en cinco ocasiones.
Gracias a la documentación conservada, sabemos que Fonseca García –que empleó el simbólico (alias) de Fenelón–, llegó a alcanzar el grado 18 dentro de la hermandad, y desempeñó su labor como primer vigilante de la logia Helénica. No hay certeza al respecto, pero parece ser que tras la desaparición de la logia Helénica, Fonseca pudo haber pasado a formar parte de una nueva logia, la Helenes nº7, que entró en funcionamiento en 1922.
En todo caso, no hay duda de que Fonseca siguió muy vinculado en esos años a la masonería pues, en 1910, mandó construir una nueva vivienda en el actual Paseo de Colón, cuyas características aludían de forma evidente a la orden del Gran Arquitecto del Universo.
El edificio, que sigue en pie en la actualidad y acoge al Archivo Provincial (anteriormente fue biblioteca pública), destaca entre el resto de construcciones de la calle por su elegante estilo clásico.
Y es que la en su día conocida como Casa Fonseca posee una clara similitud con los templos griegos, con ocho columnas de estilo dórico, frontón triangular y entablamento con triglifos y metopas.
Pero sin duda, los elementos más llamativos –y totalmente ajenos al arte griego clásico– son sendas esfinges de reminiscencias egipcias que parecen custodiar la fachada del edificio, así como dos palmeras –otro elemento que parece evocar el Antiguo Egipto– que se levantan en el pequeño “jardín” que hay a los lados del edificio.
Deja una respuesta