Desde nuestra iniciación masónica, siempre, y desde los altos peldaños de esa escala simbólica que representa al progreso gradual en la Orden.

Se nos ha transmitido la idea de que la masonería es una alianza universal de seres humanos, vinculados espiritualmente por el amor y fundamentada en la aspiración común de lograr transformar el mundo y convertirlo en un mundo feliz. Para ello se arroga la protección de tres valores éticos primordiales: la Bondad, la Belleza y la Verdad, y dice salvaguardarlos sin ambages mediante la práctica constante de una relación humana generosa y solidaria: la Fraternidad, que es la conducta humana colectiva fiel a la ética racionalista, que permite, con la fuerza que otorga la unión, impulsar ese proyecto de mundo feliz.

En ese contexto y bajo el paraguas del laicismo, se posibilita el ejercicio y la aprehensión de las virtudes cívicas, que son los cimientos del comportamiento de un perfecto masón, tanto dentro como fuera de las logias en la sociedad profana. De otra parte, la autoría de planchas (investigación en solitario) y el debate de las mismas (investigación colectiva), constituye la necesaria fuente de información para contraer los adecuados conocimientos.

La práctica sinérgica de las virtudes y la aprehensión de conocimientos conduce a la sabiduría.

Poca importancia tiene, salvo la de la verdad histórica, que la masonería naciese como institución liberal y progresista o como institución conservadora y tradicionalista con su Constitución y Reglamentos Generales; lo importante es que las circunstancias de cada época producen cambios sociales y la masonería bajo la influencia de la Ilustración se consolidó en España y otros países como una institución democrática asamblearia, con defectos, pero como en toda democracia, subsanables si se tiene voluntad de ello. Una institución que pretende mejorar el mundo debe evolucionar en consonancia.

Esta realidad evolutiva positiva, hoy es tan solo una quimera para algunos masones, para otros un desengaño y una mayoría no se plantea la cuestión pues considera que las cosas están bien como están y no es necesario ningún tipo de cambio. Con este espectro de opiniones la masonería hoy está constituída por reinos de Taifas, Obediencias distintas con diferentes formas de acometer el hecho manifiesto de una pluralidad de ideologías y emociones en materia de credos religiosos y política. Obediencias distintas que generan fronteras y discordancias de manera que la Igualdad y la Unión brillan por su ausencia y la mayor responsable de ello es la masonería llamada “Regular” que se autoexcluye del resto de obediencias prohibiendo visitas a logias “irregulares” y otras relaciones en el ámbito masónico.

Sólo un propósito firme colectivo de Igualdad y Unión podrá culminar en ese manido concepto, hoy falso, de Masonería Universal, y sólo ésta tendrá poder de convicción y de convocatoria para concertar el esfuerzo de todas las asociaciones del mundo con aspiraciones afines y continuar la lid por la conquista de la utopía del “Mundo Feliz” contra la intolerancia y la opresión, las guerras y los regímenes dictatoriales, en definitiva contra la injusticia.

La masonería regular española, que no fue reconocida hasta 1987, ha sufrido una importante deriva en la concepción ideológica de las tesis de la ética racionalista y del laicismo.

El último lustro es una caída en picado hacia la incongruencia. Se ha despreciado la lealtad a los principios masónicos y se ha premiado la servidumbre al Gran Maestro con cargos como recompensa, lo que constituye una agresión a la ética; se ha vilipendiado la Fraternidad, expulsando a hermanos de sus logias o forzándolos a presentar su plancha de quite, por expresar libremente sus ideas, rechazadas por discordantes, un agravio a la Razón; se ha destituido a Grandes Oficiales para que no desvelasen cuentas de gastos, una afrenta a la Verdad.

Sólo en una institución coercitiva antidemocrática ocurren hechos como estos.

Mientras tanto, un personaje astuto, risueño y cínico, recorre el mundo a gastos pagados. Su método de expresión deviene de su magistral dominio de la chirigota y la chanza, su lenguaje es soez, su actitud arrogante, seguro de sí mismo hasta el engreimiento, la insolencia y la jactancia; taumaturgo hacedor de encantamientos, logró el voto de los hermanos británicos que son quienes lo instalaron y lo mantienen; transformista de levita y sombrero de copa ha desvirtuado los valores de la masonería progresista y adogmática española transformándola en otra, tradicionalista y dogmática, alejada de cualquier atisbo de idiosincrasia o peculiaridad española. Más parece un cómico charlatán de mal gusto y sin sentido del ridículo, de tourné por todo el mundo con las funciones aseguradas para un público chabacano que lo aplaude.

Un barco a la deriva.

SALUD, FUERZA Y UNIÓN

Saludos de “El colegio invisible”