Por Rafael López
Es, al mismo tiempo, fácil y difícil hablar de masonería, como es fácil hablar desde los tópicos, desde las frases hechas, desde los lugares comunes sin contenido práctico y es muy difícil poner en práctica las enseñanza.
Empezando porque la palabra es libre y hablar es gratis, siguiendo porque instalarse en esa gratuidad y convertir la vida masónica en unos mantras que siempre nos sacan las castañas del fuego es una tentación tan evidente que muchos ni siquiera se plantean que los logros exigen trabajo, y acabando porque es muy complicado erradicar de una sociedad que predica la fraternidad a los que practican el buenismo, el amiguismo o, simplemente el amigotismo.
¿Cómo es posible criticar a los HH.?
Si lo haces estás incurriendo en una falta de fraternidad, en una traición a su confianza. Pero este es el argumento fácil del amiguismo, esta es la trampa que paraliza y corrompe las logias, porque nadie puede criticar a nadie, nadie puede poner en cuestión a nadie, nadie puede denunciar las actitudes de nadie, so pena de caer en el descrédito de hacer lo que condena.
Tal vez nos podría ayudar, nos debería ayudar, el filtro de las tres preguntas Sócrates, pero la verdad es que el problema está en establecer la frontera entre los ámbitos en los que uno puede, ni siquiera, plantearse esas preguntas.
¿Cuál es la diferencia entre la fraternidad y el amiguismo?
Es difícil establecer la diferencia, es aún más difícil respetar la frontera porque todos somos reos de nuestros propios sentimientos, pero esa dificultad no es, no suele ser, más que una falta de rigor en el trabajo que se supone que debemos de realizar. El amiguismo no contempla la crítica constructiva, la crítica que exige un ánimo de constructor y maestro en el que la emite y un ánimo de humildad y aprendizaje en quién la recibe. En realidad el amiguismo no contempla la crítica o la discrepancia de ninguna forma porque mientras el H. en fraternidad busca la superación de sus fallos, el amiguismo solo trabaja con la crítica gremial y destructiva.
¿Y entre el amiguismo y el amigotismo?
Ahí la frontera, aunque sutil, es aún más evidente, El amiguismo se torna en amigotismo cuando obedece a un plan preestablecido, a un objetivo espurio, que busca la destrucción sin ambages, a una actitud colectiva que pasa por encima de normas y moral para buscar un daño.
¿Son posibles el amiguismo y el amigotismo dentro de la masonería? La respuesta correcta es no, rotundamente no, dentro de la masonería no son posibles ni el amiguismo ni el amigotismo porque son contrarios a la esencia masónica. Pero tal vez el alivio que sentimos al responder tan rotundamente esta cuestión se debe más al planteamiento incorrecto de la pregunta que a la respuesta en sí.
Sucede muy a menudo que confundimos lo que preguntamos con lo que queremos preguntar, que confundimos el continente con el contenido, que, y volvemos al principio, no hemos utilizado las palabras adecuadas para expresar la duda en sus términos exactos.
Un sistema de perfeccionamiento moral como es la masonería no puede dar cabida a actitudes inmorales, sin duda, pero los masones, los iniciados, no son la masonería, como no son la masonería las logias, las obediencias o cualquiera que sea la estructura administrativa o social que pretendan trabajarla. La masonería es un afán, un método, un compromiso, una voluntad de perfeccionamiento que nada tiene que ver con los pobres resultados, cuando no con los resultados negativos, de algunos de sus practicantes o iniciados. La masonería trasciende en su secularidad al individuo y ofrece sus oportunidades a los que intentan acercarse con la sed de virtuosismo imprescindible.
Porque si no hay sed no hay progreso y sí hay logro hay engaño.
Entonces la pregunta deberíamos de plantearla de otro modo, eligiendo con mayor rigor las palabras. ¿Son posibles, se dan, el amiguismo y el amigotismo entre los masones? Ya no ponemos el foco en la masonería como método, ni como estructura, ahora los protagonistas son los individuos que dicen practicar la masonería. Y entonces la respuesta es sí, sí con demasiada frecuencia, sí más allá de lo tolerable. El amiguismo es una práctica más frecuente en las logias que la fraternidad. Desgraciadamente.
Y volvemos una vez más a lo ya dicho, la dificultad de establecer la frontera, el límite en el que los lazos afectivos selectivos no condicionan la fraternidad global. Para mí, como mero observador de un sistema, existe una actitud que siempre me llama a sospecha, la unanimidad. Donde hay unanimidad no hay, casi con toda seguridad, análisis riguroso, ni compromiso de superación, ni siquiera voluntad de lograrlos. Todo cede hasta lograr una uniformidad que impide la libre circulación de percepciones dispares en los individuos y que mata la discrepancia que ampara el método por el que es necesario trabajar en grupo para obtener logros individuales.
Si no hay discrepancia, si no hay diferencia, si todos opinan lo mismo, ¿cómo se puede lograr una mejora?
Sin embargo, esa uniformidad castrante es una de las actitudes más deseadas en nuestras actividades. La discrepancia, la constructiva y creativa discrepancia, es mirada con sospecha por los que consideran en peligro su verdad, y por los que consideran que la fraternidad solo existe en una uniformidad de criterio.
Si somos libre pensadores, como declaramos, si buscamos el intercambio de ideas y conocimientos, si trabajamos en grupo porque consideramos que el grupo mejora las carencias individuales, en una suerte de sistema de vasos comunicantes, si sabemos que nuestros defectos se pulen con las virtudes ajenas ¿por qué buscamos desesperadamente la uniformidad? ¿Dónde está la coherencia? ¿Dónde queda la enseñanza de la masonería?
Personalmente, sospecho del que siempre me da la razón, y sospecho de mí mismo cuando estoy plenamente satisfecho de mis actos o absolutamente convencido de mis razones. Sospecho de mi mala praxis cuando mirándome al espejo creo merecerme unas palmaditas en la espalda. Algo falla, en mis ojos, los del alma, o en mi espejo, que deben de sostener mis HH., porque la perfección, la verdad y la razón me son tan ajenas como ser humano que cualquier atisbo de satisfacción es una certeza de carencia.
Habrá quién se sienta aludido por mis palabras, él sabrá sus motivos, yo estoy seguro de que quienes realmente tendrían motivos para sentirse aludidos en realidad se sentirán ofendidos. Dentro del amiguismo no se puede corregir al que yerra, porque se le puede ofender, como no se permite ser corregido, porque cualquier corrección, real, no de boquilla, se convierte en una afrenta personal.
Y no es eso, la masonería no es eso. Yo no sé lo que es la masonería, hasta ahí podía llegar, pero sí sé cómo la siento, como la lucho y cuanto de mi camino he recorrido con ella, gracias a ella.
Kim Peex
Querido h:. Rafael Lopez, perdona, evidentemente el Papa Francisco no dijo «No temíais la diversidad» en 1914, seguramente fue en 2013-2014.
TAF.
Kim Peex
Querido h:. Rafael Lopez. Tu castidad te honra. La fraternidad indudablemente es un activo de la masonería, pero también lo es de Los Caballeros de Colón. El Papa Francisco en 1914 dijo «No temáis la diversidad» Tienes razón en lo que dices, pero eso no es la esencia de la masonería. Es otra cosa, como sabes bien el mundo » iniciático» es nuestro mundo, ese mundo mágico que vivimos en las tenidas. Todo lo demás es casi suplementario.Las críticas a hermanos que no obran correctamente en el mundo profano son legítimas, no tiene nada que ver con nuestro mundo, faltaría más. De todas maneras es fácil entender que la Masonería Español actual nació hace solo 38 años, y además nació domesticada. Nos estamos creando día a día a nosotros mismos. Esa búsqueda para encontrarnos lleva con sí la crítica a otros hermanos, eso una forma algo rara de pulirnos, pero es así. Cosas verás.
Los Grandes Maestros mundiales ya dijeron en Suiza en 1952 «La masonería es una institución de iniciación espiritual por medio de símbolos». En ese mundo espiritual, la crítica, etc. «»no existe»» y lo que no existe es irreal, fantasmagórico.
Kim Peek