Rubén Darío, el masón
Rubén Darío nacio en Metapa, hoy, Ciudad Darío, Matagalpa, Nicaragua, el 18 de Enero de 1867 y muere en León, el 6 de Febrero de 1916).
Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío, Poeta, periodista y diplomático nicaragüense es considerado como el Principe de las Letras Castellanas.
Fue iniciado en la masonería a los 41 anos de edad, el Viernes 24 de Enero de 1908, en la Logia Progreso N° 1, de Managua. Fue apadrinado por el poeta Manuel Maldonado, quien junto con Santiago Arguello y el hermano Darío, se consideraban los tres más grandes poetas de Nicaragua.
A su iniciación acudieron masones de todo Centroamérica y aún de los Estados Unidos. Entre otros masones nicaragüenses, asistieron los doctores: Rodolfo Espinoza, Juan Francisco Gutiérrez, Manuel Maldonado, Rafael Zenón Rivera, Manuel Reyes Mayorga, Emilio Espinoza, Francisco López Bravo y otros. Entre los centroamericanos, el político guatemalteco Juan Ponciano, el candidato a la presidencia de Guatemala General José León Castillo, el salvadoreño Dr. Fernando Cornejo, el ex presidente de Honduras Policarpo Bonilla y sus coterráneos General Guadalupe Reyes, Dr. Ricardo Alduvín y Paulino Valladares; entre los costarricenses, el profesor Virgilio Salazar y Don Juan Bautista Jiménez.
Entre los españoles, los Dres. Vicente Piñera Rubín, Vicente Rodríguez, José Gómez y José Robles; FRANCESES : Enrique Dreyfus y Fernando Levy; alemanes: Ricardo Susman y Francisco Brockman; ingleses: Carlos Harding y Carlos Overend; Don Angel Caligaris, italiano; y, don Nicolás Delaney, norteamericano. Vino también el famoso escritor y filósofo don Emilio Castelar.
El Venerable Maestro de la Logia Progreso era en ese año el Gran hermano Federico López. El ilustre hermano Dionisio Martínez Sanz, actuó como Segundo Vigilante.
Cuenta Darío en su autobiografia:
… En La vida de Rubén Darío contada por él mismo (1915, cap. X), su autor —refiriéndose a su adolescencia en León, cuando tenía trece años y era redactor del periódico La Verdad—, consigna: “Cayó en mis manos un libro de masonería y me dio por ser masón, y llegaron a serme familiares Hiram, el Templo, los Caballeros Kadosh, el mandil, la escuadra, el compás, las baterías y toda la endiablada y simbólica liturgia de esos terribles ingenuos”. No podía ser masón oficialmente por su edad, pero la cultura en León —donde Máximo Jerez había fundado una Logia en los años cuarenta del siglo XIX—, gravitaba sobre él. No se olvide que entonces vivía su breve periodo anticlerical, mejor dicho, de enfant terrible.
Juan Vasquez
Muy interesante, parte de la historia que no enseñan en la clase de historia, me gustaria saber mas sobre la Masoneria, asi que estare pendiente de futuras publicaciones.